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“Les voy a poner falla porque no veo a ninguna con tapabocas”. Así empieza Alejandra Otálora a dictar su clase de manicura en el Centro de Reconciliación de Suba. Inmediatamente, todas sus estudiantes sacan sus tapabocas de sus maletas, sus compartimentos para guardar esmaltes y demás utensilios para dicho arte ungular, o –simplemente- de algún bolsillo. El común denominador de aquellas que están presentes en la clase de Alejandra es que “son mujeres que estaban acostumbradas a estar en la casa y a cuidar a los hijos, y que, de un momento a otro, se les fue el marido y no sabían hacer otra cosa que arreglar la casa”.

Estas mujeres asisten a esta clase como parte del programa “Emprender para conversar”, una pieza clave en la estrategia de construcción de paz de éste y los demás centros de Reconciliación en el país y en el mundo, pues con ella se le ofrece una oportunidad a estas personas que han pasado por todo tipo de conflicto una oportunidad de formarse para crecer a nivel interior y poder manifestarse en sociedad como un miembro activo de la misma. Es una de las tantas formas propuestas en este rincón para lograr el perdón y la reconciliación. El manicure es cuestión de estos días, porque –normalmente- también hay cursos de macramé, bisutería, de elaboración de utensilios de aseo o de adornos de navidad, entre otros. Más que una herramienta de emprendimiento, “conversar para emprender” resulta en un elemento de transmisión de la cultura de la reconciliación y el perdón

Antes de iniciar oficialmente la clase de manicura y dejar constancia de la falla que impondrá por  la omisión al reglamento de salud y salubridad por parte de las asistentes, Edy Johana Orduz, facilitadora de las ESPERE (Escuelas de la Perdón y Reconciliación) le dio la bienvenida a la clase y se dispuso a hacer una de las cosas que más le apasionan: hablar y orientar sobre perdón y reconciliación. Básicamente, el perdón consiste en “un cambio en las narrativas personales del pasado”, tal cual lo explica en jefe de comunicaciones de la Fundación, David Hernández, de tal modo que se pueda recordar lo sucedido sin sentimientos de rabia, dolor, odio o rencor. Es un proceso personal, hacia adentro. La reconciliación surge tras una decisión consciente de retomar la relación con la(s) persona(s) causante(s) del daño cuando, como resultado del perdón, se dejaron atrás los sentimientos de venganza y ofensa. Es un proceso bilateral, de adentro hacia afuera.

La reconciliación tiene tres niveles: la coexistencia, en tanto habitar el mismo espacio vital con la otra persona, sin la necesidad de establecer relaciones interpersonales; la convivencia, en tanto el establecimiento de algún tipo de nexo, ya sea de amistad, de solidaridad o de simple civismo; y el de la comunión, en el que hay ‘borrón y cuenta nueva’ con el ánimo de vivir en comunidad, en pro del bien común. En ninguno de los niveles existirá jamás ningún tipo de maltrato, sea este verbal, físico, o psicológico. 

 

Luego de explicar lo anterior, Edy procede a ejemplificar dichos procesos cuando le propone el siguiente caso hipotético a Nelly, una de las asistentes: ¿Usted atendería a la mujer que le quitó su novio siendo su amiga, le haría las uñas y los pies?’’, a lo que Nelly, madre soltera de dos niñas, quienes la acompañan en el curso, responde con toda seguridad: ‘’Yo le prestaría el servicio, y antes le hago el mejor servicio de mi vida y de su vida para demostrar que ya perdoné y que no tengo rencores’’, Edy sonríe y afirma con satisfacción: “Con este comentario, ya salvo la sesión de hoy”. Acto seguido, pide un aplauso y llama a Alejandra, o la ‘profe’, como la llaman las asistentes al curso, para que cuente una experiencia suya similar.

Alejandra sonrió y se dispuso a contar a las asistentes que hacía un año que había discutido con Lorena, una de sus amigas, por cuestiones de dinero, puesto que ella se demoró en el pago, a lo que Lorena reaccionó “de una manera agresiva”, como lo recuerda la ‘profe’. Desde ese momento no se hablaban, y cuando se encontraban en la casa de alguna amiga en común, simplemente se saludaban. “Es que yo soy muy seca y solo le decía ‘buenos días’ y ‘hasta luego’’’ recuerda la ‘profe’ Alejandra.  

Un día, recibió una llamada de Lorena. “Cuando ella me dice: ‘ay, ¿será que usted me puede hacer un favor y pasa a mi casa hoy para que le haga el manicure y el pedicure a mi mamá?’, y yo quedé como estatua”. recuerda la profe mientras abre los ojos reviviendo el momento en el que quedó sorprendida. Luego, en horas de la tarde, Alejandra timbró en la casa de Lorena. Se sentía la ‘vibra’ de predisposición, pero Alejandra atendió a la mamá de Lorena como a cualquier cliente, mientras su amiga le ayudaba en otras labores de dicho menester ungular, como calentar el agua o tener lista la toalla. En ese momento, Edy corre hacia el tablero y señala la palabra ‘Coexistir’, primera nivel de la reconciliación. “Ella estaba en coexistencia y a trabajar’’ afirmó Edy.

- “¿Usted hace cinco meses le hace el manicure a la mamá?”, interrumpe Edy. 

- “No”, responde Alejandra, entre risas.

 

Edy explica a la audiencia que ella sabía la respuesta porque hasta hace cinco meses la profe Alejandra había entrado al Centro de Reconciliación. La profe llegó justamente por su llamado, luego de 15 años de amistad.

 

_ “¿Por qué la atendió?”, preguntó Edy.

_ “Porque el Centro de Reconciliación me ha servido para cambiar de actitud, porque también es un cambio de actitud frente a los problemas, la familia, las adversidades. Un cambio de actitud de uno mismo, si nosotros no nos disponemos a que eso entre en nuestras vidas, se perdió”, respondió la ‘profe’.  “Es una lucha contra la personalidad de uno, pero si uno quiere que la sociedad cambie, tiene que empezar por uno mismo. Darle la oportunidad a la otra persona, además nos equivocamos, ella fue muy grosera pero yo me demoré en pagarle, así que nos equivocamos las dos. No vuelve a ser lo mismo pero sí se pueden dar pasos pequeños y puede ser mucho mejor que el principio’’.

En ese momento, Edy hace su salida oficial y le da paso a la ‘profe’ Alejandra para que inicie su clase. Para ese entonces, todas las asistentes ya tienen su tapabocas puesto y empiezan a sacar todos sus materiales de trabajo: esmaltes, pinceles, lápices, cuadernos, y otros utensilios para el aseo y la decoración de las uñas. Alejandra les pregunta a todas si tienen la fotocopia de la clase pasada, por lo que ve a algunas sin ellas. Efectivamente, había quienes no la tenían, y después de un ligero regaño, la ‘profe’ reparte dichas copias a quienes faltaban. Es una ‘hoja de práctica’, en la cual hay decenas de contornos con formas similares a las de las uñas de los seres humanos para poder, efectivamente, realizar las prácticas artísticas allí antes de hacerlo en una(s) uña(s) de verdad. Alejandra pasa al tablero, explica cómo dibujar una flor en la uña, acto seguido, pasa a revisar por cada puesto el trabajo de cada una de las asistentes. La clase continúa por una hora más y cada una de las asistentes, al final, queda con su hoja de práctica lista y decorada.  

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